Transformación de los sistemas alimentarios

La forma de alimentarnos puede llegar a convertirse en una herramienta de transformación social, económica y, por supuesto, ambiental

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Nuestra comida y la manera de alimentarnos son el vínculo más directo y diario que tenemos con la naturaleza, a la misma vez que suponen el reflejo más claro de nuestra cultura, nuestras desigualdades y nuestras decisiones sobre la forma de habitar en el planeta. Sobre la mesa está presente cómo nos sentimos, nuestras preferencias, lo que tenemos, lo que necesitamos, cómo nos relacionamos y qué celebramos.

La gastronomía iberoamericana es la muestra más tangible de nuestra diversidad y nuestra historia, de cómo hemos sabido transformar lo mejor de la tierra y cómo hemos innovado generación tras generación. La gastronomía iberoamericana puede convertirse en el motor más cotidiano para mejorar el vínculo con el entorno en el que vivimos, y la capacidad que tenemos para regenerar, transformar y ser sostenibles desde nuestras decisiones cotidianas.

La innovación es una herramienta fundamental para que la transformación de los sistemas alimentarios puedan llegar a asegurar el acceso de alimentos nutritivos y suficientes para toda la población, dentro de los límites de los ecosistemas y respetando la capacidad de decisión de las poblaciones sobre sus políticas de alimentación (soberanía alimentaria).

Esta transformación de los sistemas alimentarios no solo representa una oportunidad en términos económicos y de empleo para Iberoamérica en el momento actual, sino que supone la solución más eficiente para luchar contra el cambio climático y revertir la pérdida de biodiversidad en la región, como se ha visto anteriormente.

Las ciudades presentan una oportunidad única en este contexto, ya que se espera que el 80% de toda la comida sea consumida en entornos urbanos, siendo trasladada y producida desde entornos rurales o periurbanos.

En el centro de esta transformación está el cambio del uso de los recursos hídricos y de la tierra hacia modelos que además puedan restaurar las capacidades perdidas en estos ecosistemas. Accediendo a comida de mayor calidad, reduciendo la pérdida de alimentos, y planteando otros modelos agrícolas, se podrían liberar hasta 1,2 billones de hectáreas de tierra para 2050 en el mundo, cuyo suelo podría ser restaurado, teniendo beneficios en términos de reducción de emisiones, biodiversidad o recursos hídricos, siendo además un importante sumidero de carbono (FOLU, 2019)

Fuente: Informe de la consulta global de la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU, 2019)

El informe de la Consulta Global de la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU) identifica 10 transformaciones necesarias que traen beneficios a todos los niveles desde la alimentación. El término “sistemas de alimentación y uso del suelo” abarca todos los factores en las formas en las que se usa el suelo y se producen, almacenan, empaquetan, procesan, negocian, distribuyen, comercializan, consumen y desechan los alimentos. Comprende a todos los sistemas sociales, políticos, económicos y ambientales de estas actividades, incluidos los sistemas acuáticos, marinos y de agua dulce. La transición hacia otros sistemas de alimentación y uso del suelo podría tener como resultado mejoras ambientales, de salud humana, desarrollo inclusivo y acceso a alimentos. Esto generaría retornos sociales de alrededor de 6 trillones de dólares al año, más de 15 veces el costo de inversión, y crearía nuevas oportunidades de negocios por valor de hasta 4,5 trillones de dólares al año en el mundo.

El sistema de alimentación y cultivo de la tierra genera costes ocultos o externalidades que se estiman en hasta 12 trillones de dólares al año, un número mucho mayor que el valor de los mismos sistemas medidos a precios de mercado. El sistema de producción alimentaria actual es ineficiente a escala mundial, con una pérdida de productividad de hasta el 50% en Iberoamérica en mermas y desperdicio alimentario.

El informe de la consulta global de la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU) identifica diez medidas necesarias para esta transformación, que se ordenan en cuatro niveles relacionados entre ellos:

  • Alimentación saludable: tomar decisiones de consumo más informadas y saludables para la población y el planeta, logrando que todas las personas puedan tener acceso a productos saludables y puedan decidir sobre su consumo.
  • Soluciones basadas en la naturaleza: técnicas de agricultura regenerativa, nuevos enfoques para proteger los bosques y gestionar la pesca y los océanos.
  • Mayores opciones de consumo: diversificando opciones dentro de sistemas locales y circulares, con nuevas fuentes de proteínas y reduciendo la pérdida de alimentos. No hay que olvidar que el 60% de las calorías consumidas provienen ahora de cuatro alimentos (trigo, arroz, maíz y patata) y que el 70% de la producción de grano se destina a pienso animal.
  • Inclusión social: se encuentra en la base, ya que es fundamental fortalecer los medios de vida rurales, apoyar la innovación digital en el sector alimentario y que las mujeres sean apoyadas al tomar decisiones para sus familias y comunidades.

Esta oportunidad de transformación del sistema de alimentación y de uso de tierra se centra sobre todo en mejores resultados ambientales (en términos de reducción de emisiones y recuperación de biodiversidad) y una mejora de la salud humana (a través de dietas más nutritivas y saludables). En términos globales se ha estimado un retorno de hasta 5 trillones de dólares anuales si se aplicaran estas medidas, 15 veces más que la inversión necesaria.

La aplicación de estas diez medidas al sistema alimentario en Iberoamérica haría posible la generación de oportunidades de empleo y desarrollo inclusivo, acelerando una mejor renta para la población que vive en zonas rurales.

La agricultura familiar representa algo más del 80% de las unidades productivas agropecuarias de América Latina y el Caribe y es la principal fuente laboral del sector agrícola y rural. Se estima que en Chile el 27% de los ingresos provienen del agro familiar, el 38% en Colombia, 47% en México y 75% en Nicaragua (FAO, 2016)

Impacto de los cultivos

El uso intensivo de fertilizantes en la agricultura intensiva ha provocado que hayamos sobrepasado el límite planetario relativo a los ciclos biogeoquímicos, como se mencionaba en la primera parte de este informe, con consecuencias en la contaminación de ríos y océanos, en la pérdida de biodiversidad, en la desertificación y, por supuesto, en nuestra salud a través de la cadena alimentaria.

En Iberoamérica, las emisiones que provienen de la agricultura y el uso del suelo son muy superiores a la media mundial. Mientras que la agricultura representa el 11% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en el mundo, en Iberoamérica esta cifra se eleva hasta un 27%. En términos absolutos, el principal emisor es Brasil, cuadruplicando las cifras de Argentina, seguidos de México y Colombia. En términos relativos, son especialmente importantes las cifras de Uruguay y Paraguay, donde si bien las emisiones agrícolas no son comparativamente tan altas, éstas representan alrededor del 70% de las emisiones nacionales, lo que revela la importancia del sector agrícola para estos países. (La Rábida, 2018)

Esto es debido fundamentalmente a la presencia de monocultivos en la región como la soja. La producción de soja en Iberoamérica se concentra básicamente en Argentina y Brasil, que producen casi el 92% del total en Iberoamérica y alrededor del 51% del total mundial. Destaca la amplia adopción de variedades modificadas genéticamente en la región, superando el 80% de la superficie de soja cultivada total, y llegando a ser el 100% en el caso de Argentina. La mayor parte de la soja se destina a exportación, principalmente a China. (Riesgo, 2021)

La huella hídrica promedio para Iberoamérica derivada de la producción de soja para exportación se ha mantenido relativamente estable en el tiempo, en torno a 1.900 m3 por tonelada de soja exportada. Si atendemos a la evolución de la superficie de este cultivo, se observa el incremento de hectáreas desde finales de los años 90, coincidiendo con la adopción de variedades modificadas genéticamente y con el aumento de los precios en el mercado.

Iberoamérica es uno de los grandes proveedores de tres de las principales commodities agrarias (soja, trigo y café) especialmente como proveedores de productos en grano sin procesar. Los flujos comerciales muestran que los importadores adquieren la materia prima en los países iberoamericanos para posteriormente transformarla en sus territorios. (Riesgo, 2021)

Muchos análisis comparan los beneficios económicos de la producción de estos monocultivos con los beneficios económicos y ambientales que podrían obtenerse si se usaran de manera apropiada los servicios ecosistémicos que ofrecen, disminuyendo además las externalidades. La transición de la producción alimentaria hacia un crecimiento de modelos que aprovechen todo el potencial que existe en Iberoamérica, puede plantear beneficios en términos de empleo, desarrollo rural, sostenibilidad y salud, además de económicos.

Más info aquí en nuestra revista: https://medium.com/desarrollo-sostenible-en-iberoam%C3%A9rica/sistemas-4f18460c7547