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De la COVID19 a la acción climática

Por Fernando Morales y Juan F. Ramos

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Invertir en la naturaleza y los ecosistemas ante la próxima pandemia.

La irrupción de la COVID19 en nuestra cotidianidad nos está desvelando valiosas lecciones. Nos enseña, entre otras advertencias, cuán lejos queda nuestro sistema global de estar preparado actualmente para afrontar una crisis pandémica. Como un trágico recordatorio de la fragilidad de nuestras sociedades, el coronavirus ya está afectando el bienestar emocional, físico y financiero de millones de personas. Sin embargo, la normalidad de la que venimos era ya una normalidad en crisis: crisis de refugiados, crisis de biodiversidad o crisis climática, por citar alguna de ellas. La COVID-19 nos recuerda más que nunca la íntima relación entre naturaleza, la salud humana y la estabilidad económica.

La ciencia lleva décadas advirtiendo que no estamos preparados para afrontar la crisis climática. Recientemente, el proyecto Carbon Brief ha estimado que la pandemia podría terminar reduciendo las emisiones globales de dióxido de carbono en 2020 en un 5.5%, o en otras palabras, “la mayor caída anual de emisiones de CO2 jamás registrada desde el siglo XVII”. Sin embargo, esta reducción puede resultar insuficiente ya que las emisiones deberían caer aproximadamente un 7.6% cada año durante la próxima década si queremos mantenernos bajo el umbral de 1.5ºC, según lo establecido en el Acuerdo de París.

Las decisiones que los gobiernos están tomando en este momento sobre cómo dan forma a sus planes de recuperación son fundamentales para determinar si podremos alcanzar la neutralidad climática en las próximas décadas, teniendo una oportunidad sin precedentes para rediseñar los sistemas globales y disminuir la probabilidad y gravedad de epidemias futuras, alejar nuestras economías de los combustibles fósiles y establecer nuevos sistemas más regenerativos. En definitiva, necesitamos más que nunca posicionar nuestra recuperación económica en el contexto de la vida, invirtiendo en sectores y tecnologías que creen nuevos trabajos, que estimulen economías locales, y que le den vuelta a la crisis climática en la que vivimos.

Photo by Concha Mayo on Unsplash

Existen elementos clave para la transformación sistémica. Si bien los paisajes mal administrados son a menudo la fuente de los virus que han amenazado a los humanos, la COVID19 pronostica cómo puede ser un futuro de ecosistemas perturbados, paisajes degradados y cambio climático, en el que nuevos patógenos entran en juego. Dicho de otro modo, si no cambiamos la forma de relacionarnos con los ecosistemas, estamos abocados a repetir, si no empeorar, el escenario de pandemia actual.

El Proyecto Drawdown, un proyecto colaborativo entre expertos mundiales que buscan encontrar soluciones climáticas. Desde el 2017 han desarrollado reportes que en sus palabras buscan “el punto en el futuro en el que los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera dejen de aumentar y comiencen a disminuir constantemente, deteniendo así el catastrófico cambio climático — de la manera más rápida, segura y equitativa posible”. Y es a estas soluciones que hay que sacar a luz para que reciban atención e inversión.

Es por esto que, si queremos reconstruir la salud y seguridad planetaria, a medida que miramos más allá de la crisis actual y su conexión con la crisis climática, necesitamos recuperar la capacidad protectora de los ecosistemas, esto es proteger, restaurar y renaturalizar:

  1. Proteger: La biodiversidad puede ser el mejor aliado frente a una epidemia. Necesitamos avanzar hacia la pérdida cero de biodiversidad y proteger los depósitos de carbono existentes en la Tierra, como los bosques, cuya capacidad para secuestrar carbono tardaría siglos en reproducirse en caso de ser destruida.
  2. Restaurar: Restaurar la funcionalidad de la tierra es la herramienta más costo-efectiva de la que disponemos. La restauración de la tierra baldía, a través de iniciativas como el Desafío de Bonn, debe convertirse en una empresa económicamente viable, capaz de crear empleos y producir bienes, mientras nos protege frente a futuras epidemias, almacena carbono y restaura la capacidad productiva de la tierra.
  3. Renaturalizar: El mundo no puede ser alimentado a menos que se alimente el suelo. Mediante prácticas como la agricultura regenerativa, la agroforestería o la agroecología el sistema alimentario puede recuperar los atributos naturales de la tierra, mejorando la productividad y apoyando transiciones justas hacia dietas saludables.

Mientras las temperaturas ya han aumentado más de 1ºC, la ventana para lograr la neutralidad climática se está cerrando. La COVID-19 ofrece la oportunidad histórica de servir a un doble propósito, de expandir y descarbonizar la economía, de abrir o cerrar más la ventana. ¿Será aprovechada esta oportunidad?

Photo by Lukasz Szmigiel on Unsplash